Mi memoria me acompaña a 1982 cuando hace 40 años bajé de un avión de la entonces aerolínea colombiana Avianca para mirar maravillado a una ciudad mediana que conservaba aún algunas cosas de los viejos y olvidados pueblos del Caribe colombiano.
Recuerdo que una de las primeras cosas que me sorprendieron fue la ausencia del alcantarillado pluvial, y aunque pregunté a dónde se iba el agua cuando llovía, nadie me quería hablar acerca de los arroyos, muchos de ellos hoy canalizados por las últimas administraciones de la ciudad. Posteriormente, presencié lo problemático que aún son, pero que entonces paralizaban al 70 por ciento de la ciudad.
Otro hecho que me impactó en aquellos años 80 del siglo pasado, fue el tono telefónico casi inexistente, por lo que comunicarse era una prueba de paciencia enorme; el tono llegaba a los 5 minutos, si se tenía suerte, y conseguir una línea, era una proeza, pues la empresa de teléfonos de entonces las vendía a precios exorbitantes. Además, para hacerse al entonces pésimo servicio, había que comprar a más de un funcionario porque la empresa era un fortín polítiquero. Pero eso sí, la factura llegaba puntual y cara.
Al rededor del servicio telefónico se tejían leyendas urbanas. La que más me causó risa fue que muchas personas creían que la empresa de teléfonos le cobraba tanto al que hacía la llamada como al que la recibía. Por eso la mamá de una de mis novias me decía “deje de llamarla tanto que la cuenta me va a salir por un ojo de la cara”, y al preguntarle a varios amigos, algunos me respondían que eso era cierto.
Aunque en los primeros años de 1980, el servicio de gas domiciliario no existía, poco a poco las camionetas que comercializaban el combustible fueron desapareciendo para dar paso a la empresa que hoy lo comercializa.
También recuerdo que si uno llenaba un tanque de 50 litros con el agua de la ‘pluma’ en los años 90, no podía verse el fondo por la gran cantidad de suciedades que se depositaban ahí.
De Electranta y Electricaribe, es mejor olvidar. Su gestión era tan mala que si existieran competencias acerca del peor servicio, seguramente que batían el récord mundial a cada rato.
En fin, tantos recuerdos de la Barranquilla de los años 80 y 90 que hoy permanecen en mi memoria, todos relacionados con los servicios públicos.
Hoy la cosa es distinta, pero los precios del kilovatio hora, del metro cúbico de agua o gas y los demás siguen disparados. Creo que ellos llegarán a Marte primero que la NASA, pero no hay que negar que han mejorado en calidad y eficiencia.
Gustavo Enrique Bossio Jiménez