Cada batir de tambor, cada trenza tejida al ritmo del bullerengue, cada paso que estremece el asfalto del Cumbiódromo, es una afirmación de identidad, resistencia y alegría. La afrocolombianidad, más que una herencia, es un presente vivo que se expresa con fuerza en el Carnaval de Barranquilla, una de las fiestas más importantes del país y Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad.
Este 21 de mayo, Colombia conmemora el Día de la Afrocolombianidad, fecha que recuerda la abolición legal de la esclavitud en el país en 1851. Más que una efeméride, es un llamado a reconocer los aportes históricos, culturales, sociales y económicos de las comunidades afrodescendientes a lo largo y ancho del territorio nacional.
En el Caribe, y particularmente en Barranquilla, esta conmemoración cobra un sentido profundo cuando se enlaza con el Carnaval, espacio en el que se visibiliza gran parte del legado africano que ha moldeado la identidad costeña. Son comparsas, danzas y expresiones musicales que no solo entretienen, sino que cuentan historias de lucha, migración y libertad.
En el Desfile de la Batalla de Flores y la Gran Parada, es común ver figuras representativas como el El son de negro, las Negrita Puloy y otras representaciones tradicionales que, aunque en ocasiones se han debatido desde perspectivas críticas, también reflejan la apropiación cultural y la evolución del imaginario afrocaribeño.
La participación afro en el Carnaval no solo se limita a lo artístico. También se expresa en iniciativas sociales, educativas y de liderazgo comunitario que utilizan la fiesta como una plataforma de visibilidad. En este sentido, el Carnaval se convierte en un escenario de reivindicación étnica, donde el folclor y la política cultural se entrelazan.
Mayo, mes de la Afrocolombianidad, y en especial el 21 de mayo, es un momento clave para reconocer estos aportes. Sin embargo, la celebración de esta identidad debe ir más allá de una fecha. Debe traducirse en políticas públicas, espacios de participación real y respeto por los saberes ancestrales.
“Ser afrocolombiano es ser resistencia, es ser tambor, es ser alegría en medio de la adversidad”, dice Yina Mendoza, joven bailarina de una comparsa del barrio La Manga, quien asegura que su sueño es que los niños afro crezcan con orgullo de su piel, su historia y su música.
Desde el Caribe colombiano, la afrocolombianidad se baila, se canta y se vive con orgullo. Y el Carnaval de Barranquilla es, sin duda, uno de sus escenarios más potentes.