Comenzaron en firme esta semana las campañas políticas para elegir gobernadores, diputados, alcaldes, concejales y ediles en todo el país.
Al respecto, hace casi dos décadas publicamos un libro sobre Marketing político y electoral titulado “Como Ganar las Elecciones” y en el cual esbozábamos la manera adecuada cómo debía desarrollarse una campaña política.
Allí mencionábamos, por ejemplo, lo importante que era que los partidos o movimientos políticos inicialmente conocieran los deseos, necesidades y expectativas de los potenciales electores en torno a la manera en que deseaban ser gobernados. Igualmente, la claridad que debía existir en lo que concierne a las condiciones personales, familiares, sociales, económicas y políticas de cada segmento que compone el universo de la población a conquistar.
En ese camino destacábamos la relevancia de las investigaciones de mercado en sus diferentes denominaciones y dependiendo del objetivo: encuestas, sondeos, Focus Group, paneles, etc. El paso que seguía era, con base en los resultados de estos estudios, analizar el perfil de cada uno de los precandidatos para escoger entonces el que más se adaptara a las exigencias de los votantes. Era tiempo entonces de diseñar la estrategia electoral y su implementación y la manera como debía ser monitoreada, el posicionamiento del candidato y el modo en que debía transmitir su mensaje. En ello era importante la credibilidad y la buena imagen que obtuviera a través de sus intervenciones en los medios de comunicación convencionales y en las redes sociales y el Internet, que son la manera más rápida y expedita para darse a conocer a aquellas personas que no sabían de él y/o de sus propuestas.
Al final del libro se hacía una sinopsis sobre la manera en que debía trabajar la logística de la campaña desde los puntos de vista financiero, político, ideológico y de comunicaciones.
En contraste, hace unas semanas el equipo periodístico de La Silla Vacía, uno de los portales de cubrimiento, análisis y opinión política más prestigiosos del país, publicó un libro sobre la forma de hacer política hoy en Colombia que se titula: “El Dulce Poder”.
En él se describe, de manera real y descarnada, la manera en que se forman y se “aceitan” las maquinarias políticas como piedra angular al desarrollar una estrategia para apoderarse del gobierno, en sus diferentes dimensiones de lo público, en favor de unos intereses económicos particulares.
El libro describe una espiral que comienza con la financiación de los Ediles quienes a su vez soportan electoralmente a los candidatos a concejos y alcaldías. Por eso la importancia en esta etapa de la intervención de los Senadores y Representantes a la Cámara en la feria de avales que se centra más en las conveniencias económicas que en las ideológicas. Papel determinante juegan aquí los contratistas. Ellos son los que hacen posible las operaciones financieras alrededor de una campaña. Desde la elaboración de los afiches publicitarios hasta la vulgar compra de votos. La recuperación y la ganancia de su “inversión” la obtienen luego de elegido el candidato (¿Calanchín…?) con el otorgamiento posterior, mediante licitaciones amañadas o contratación directa, de los respectivos contratos oficiales de obras, consultorías, asesorías y demás.
En este andamiaje corrupto, el candidato ya no es quien va a ejecutar las políticas públicas dentro de un plan de desarrollo acorde a las necesidades de la población, como debiera ser, si no, en la mayoría de los casos, un verdadero “calanchín” que se encargará de confeccionar la intrincada maraña público-privada mediante la cual gran parte de los dineros del erario se quedan finalmente en los bolsillos de los particulares.
Por: Víctor Herrera
@vherreram
Foto: todoserruchos.com