En el año 2004 yo trabajaba en la mañana en Uninorte y en la tarde en la Universidad Simón Bolívar al igual que Alfredo Correa de Andreis, en esa época, así que nos veíamos casi todos los días en una u otra universidad y a veces hasta nos encontrábamos en ambas el mismo día.
Eso nos permitía dialogar frecuentemente sobre cualquier tema, pero sobre todo acerca de la paz, un objetivo que lo obsesionaba.
Después de su infame encarcelamiento por falsos testimonios y de su carta al presidente Uribe -desoida miserablemente-, todos le aconsejábamos que se fuera del país. Pero su tarea estaba aquí y prefirió quedarse.
Ese 17 de septiembre llegué a ingeniería de la Unisimón después de almuerzo cuando salió Fabio Moya despavorido gritando que habían atentado contra Alfredo por el Carulla de la 59. Salimos corriendo hacia el sitio, a un par de cuadras de distancia.
La gente estaba arremolinada en la esquina. Alguien informó que lo habían llevado a la Clínica del Prado una cuadra más allá. Fuimos hasta sus escalinatas hasta que alguien salió con la información: Alfredo había fallecido.
Años después, el DAS, en proceso de liquidación, realizó obligado una ceremonia de perdón a nombre del Estado cuya culpabilidad quedó oficialmente establecida (probando la fuerte ligazón entre el gobierno uribista y el paramilitarismo).
Recuerdo las dignas palabras del padre de Alfredo ese día rechazando el acto hipócrita y tardío del gobierno.
Hoy 17, a 15 años de su asesinato, se repite la historia con otro ritual que puede verse como inútil y falso o quizás como un reconocimiento honorífico y simbólico. En todo caso no parece que la institucionalidad pública o la privada universitaria recoja con franqueza el legado de los ideales de Alfredo.
Somos nosotros, sus amigos, sus compañeros, sus conciudadanos, los que tenemos que mantener en alto esos ideales, movilizar sus ideas y continuar la lucha por la paz y la democracia, por una Colombia libre, digna y justa.
Jesús María Valle, Alfredo Correa de Andreis y Edualdo Díaz Salgado fueron tres hombres respetables que en su momento pidieron ayuda a Alvaro Uribe para defenderlos frente a abusos de poder. Los tres terminaron asesinados. Los autores materiales resultaron asignados a puestos diplomáticos o favorecidos por extraños asilos políticos que aseguraron total impunidad.
Por Jorge Enrique Senior
Foto: arcoíris.com.co