Chichén Itzá, en el estado de Yucatán, Méjico, es uno de los lugares más impresionantes que ninguna civilización ha construido. Ahí, el Templo de Kukulkán está considerado una de las siete maravillas del mundo moderno.
Pero lo que muy poca gente sabía es que a pocos metros de uno de los monumentos más enigmáticos de Kukulkán se encontraba otro misterio oculto: una cueva ritual que el hombre no ha alterado ni saqueado.
Hace unos 50 años, unos arqueólogos descubrieron que bajo la superficie de Chichén Itzá había una serie de cuevas, que fueron protegidas para impedir que los turistas pudieran dañarlas antes de ser estudiadas a fondo. Sin embargo, aquel descubrimiento cayó en el olvido, hasta otros 14 investigadores decidieron redescubrirlo en 2019.
Los investigadores del proyecto Gran Acuífero Maya (GAM), de la mano de la National Geographic Society, han decidido regresar a una de esas cuevas. En concreto, a Balamkú, un templo subterráneo que los científicos han calificado como “el mayor tesoro” de la zona, especialmente por su importancia histórica: no solo se encuentra en perfecto estado de conservación, sino que no ha sido saqueada, lo que ofrece a los expertos información muy valiosa.
Ubicada a 2,7 kilómetros al este de Kukulkán, la cueva tiene una profundidad de 24 metros. Para acceder al laberíntico recorrido de la cueva hasta llegar a las primeras salas, es necesario bajar una gran escalera de piedra y lo que han encontrado les ha maravillado.
Aunque se conocía la existencia de la cueva, hasta ahora nadie había conseguido adentrarse en su interior desde que los mayas dejaron de usarla hacia el año 800. Así, los científicos han conseguido encontrar en su investigación preliminar más de 200 artefactos arqueológicos, aunque el descubrimiento más destacado que se ha llevado a cabo tiene que ver con los espacios ceremoniales encontrados bajo tierra.
Los siete incensarios
Hasta la fecha, se han encontrado siete incensarios dedicados a Tlátoc, dios del agua. Se trata de siete puntos rituales en los que se realizaban ofrendas a esta divinidad, previsiblemente con la idea de pedir que tuvieran lugar lluvias en la zona. De esta manera, se han hallado estos recipientes con restos carbonizados de semillas, jade, concha y huesos, entre otras cosas.
Los investigadores consideran que lo mejor de todo es que el lugar es un sitio sagrado, pues, de lo contrario, no se trataría de un lugar tan recóndito y de tan difícil acceso. De hecho, los expertos lo consideran un lugar determinante para entender más completamente a la cultura maya.
Balamkú, que significa Dios Jaguar, es uno de los hallazgos más importantes de los últimos años para entender una de las civilizaciones más misteriosas de la humanidad. Los expertos están realizando un mapeo en 3D de la cueva para exhibirla tanto al turismo como a las universidades y consideran que aún queda por recorrer casi un 70% del interior.
Rubén Rodríguez.
Edición: Gustavo Enrique Bossio
Foto: Wikipedia commons