En el interior del corazón de un grupo folclórico con 15 años barriendo la fiesta más grande de Colombia.
Por: Mateo Rueda Gómez
Era mi primer reportaje periodístico, sentía muchos nervios porque iba a realizar un trabajo completamente distinto, me lo gozaría y no fue mentira, hasta ahora ha sido la actividad que siempre recordaré, una experiencia memorable.
Ese sábado,18 de febrero, había muchos factores en el espacio que lo hacían una verdadera fiesta. Eran las 12 del mediodía, con el sol resplandeciente que parecía iluminar y recargar la alegría de barranquilleros y turistas. Los mismos rayos de sol llenaban de calor humano a los presentes, que comían y bebían sin mirar cuanto tenían en su bolsillo, solo importaba gozar mientras se esperaba el gran momento. En el centenar de sonrientes rostros un sentimiento en común se evidenciaba, ese estado del alma al que suelen llamar libertad.
La música, un acompañante vital en este tipo de eventos no faltaba; el ´Joe Arroyo´, héroe musical del Caribe colombiano, ambientaba el espacio al son de ´en Barranquilla me quedo´. Más adelante, la champeta de ´El Pepo´ y su canción Arrebatao’, la más sonada en las carnestolendas, parecía competir con la reconocida melodía de ´El Joe´. Dos calles arriba, el retumbar de los tambores, esos mismos que hacen vibrar nuestro interior, un recordatorio de nuestras raíces mulatas, se mezclaban con la flauta de millo y el grito emocionante de los músicos “ay que wepa wepa”, “Wepa je”, contesta al unísono una ciudad que aceptó el regocijo de una cultura que se convierte en adrenalina y energía para el cuerpo.
Una lluvia de espuma y agua fría cayó sobre los asistentes, quienes no se inmutaron ante tal suceso, fue como si no importara enfermedad o malestar que pudiese llegar después. De eso se trata el Carnaval, completa locura, completa gozadera.
A lo lejos la sirena del camión de los bomberos, da la señal que todos esperaban, el momento llegó y es hora de vivir y bailar ¡cómo es!
Esta es la escoba, esta es la escoba, ¡la escoba para barrer!
Vestidos con su representativo uniforme azul, los operadores de barrido, conocidos coloquialmente como los ´Escobitas´ llegan a la vía 40, inundando de color la calle, este año rindiendo homenaje a la danza de las aves, una de las manifestaciones folclóricas más tradicionales en la ciudad.
Han sido 15 años en los que estos colaboradores, que día a día trabajan por tener limpias las calles de La Puerta de Oro de Colombia, participan activamente de esta fiesta, demostrando que cuando de Carnaval se trata, no hay dolor, ni cansancio que pueda opacar la alegría de un barranquillero.
Al ritmo de Son Triple A, una orquesta integrada por trabajadores de la compañía, los ´Escobitas´, este año sin escobas, se roban las miradas y aplausos de los espectadores, dirían algunos “sacando los pasos prohibidos”, muestra del tiempo y empeño que invierten para entregar a los carnavaleros una presentación de calidad, en la que los ritmos locales y canciones de moda son protagonistas.
Desde sus ubicaciones adultos e infantes apreciaban el espectáculo que los ´Escobitas´ ofrecían. Un niño en especial llamó mi atención, podría tener unos nueve u ocho años; al ver a uno de estos hombres vestido de ave mover sus brazos para lucir sus alas, imitó el movimiento, cerró sus ojos y fue como si se sintiera en las nubes. Fue cuestión de segundos para que un grupo de niños y niñas cercanas a él hicieran lo mismo. El trabajo se había cumplido, transmitir alegría, provocar sonrisas, esa sería la recompensa de este día. Lo que llenaría el corazón de nuestros artistas y los motivaría a seguir adelante en este recorrido.
En total fueron 120 operadores de barrido que tuvieron dos meses de preparación, resumidos en extensas horas de ensayo después de cada turno de trabajo, lo más importante de todo es que su labor fue reconocida y aplaudida por los espectadores barranquilleros y visitantes del Carnaval.
15 años son motivo de orgullo
Seguimos nuestro camino, en los palcos y sillas, la algarabía de la gente no se hacía esperar, “señor, regáleme una foto” gritó una mujer con un niño en brazos, a lo que uno de los danzantes respondió con emoción, cargó al infante y lució su mejor sonrisa.
Al final del bloque, acompañando a los operadores de barrido, utilizando el majestuoso uniforme azul, pude ver a Leonardo Rúa, subgerente de comunicaciones de Triple A. No podía perder la oportunidad de entablar un diálogo cercano con él, así que decidí olvidar por un momento a los protagonistas de esta fiesta.
Rúa es un hombre alto, barbado, un sujeto agradable. En medio de la conversación explicaba que también fue el supervisor de esta gran fiesta con los operarios, expresó que es un orgullo que la empresa participe en las carnestolendas y contribuya a la Ciudad para el disfrute de todos.
“Nos sentimos orgullosos porque es un aporte valioso a la ciudad, son 15 años en los que hemos estado haciendo reconocimiento a las danzas del Carnaval”.
Quince años barriendo la gran fiesta, la fiesta bonita, como le llamaron el año pasado. 15 años dedicados a ser y hacer felices por medio del baile.
Terminamos el recorrido, cerca de las tres de la tarde, en los rostros de los artistas se notaba el cansancio, pero también la felicidad, la satisfacción del deber cumplido; pero, aunque el desfile terminó, por lo menos para ellos, su día apenas comienza. Es momento de descansar para la jornada laboral que se avecina. Así es, estas personas que han dejado todo de sí en el desfile, volverán, más tarde, a hacer el recorrido, esta vez sin música de ambiente, y reemplazando las coloridas alas por escobas. Esa noche, regresarían a la vía 40 para dejar el escenario listo para otro día de desfile, otro día de Carnaval


El trabajo no es motivo de deshonra, me repetía mi mamá cuando era pequeño y cuánta razón tenía. El trabajo, sin importar el tipo, siempre debe ser motivo de felicidad. Si vas a ser zapatero, que seas el mejor, decía el ´Cacique de la Junta´, Diomedes Díaz en su canción. Y sí, ahí estaba yo, cansado, con dolor de piernas, sudado, pero pensando en que estaba rodeado de los mejores, personas que desde su trabajo aportan un granito de arena para la consolidación de una ciudad en la que se vale soñar.
Amor y dedicación, las claves de una felicidad
De piel morena y con el pico de la guacamaya, bastante emperifollada, sentada bajo la sombra de un árbol, encontré a Jovita Rentería, una operaria de 45 años de edad y miembro activo de esta comparsa. A primera vista, en su rostro se dibuja una sonrisa, su expresión lo dice todo, esfuerzo, dedicación y pasión por lo que hace.
Me siento a su lado, rendido por las altas temperaturas, los pies me ardían. Ella me repara de pies a cabeza y me pregunta si es la primera vez que camino la vía 40, no lo podía negar, solo asentí con la cabeza y fue como si le diera paso a esta conversación. En tono un poco burlón, me indica que hace siete años participa en el Carnaval. A leguas se nota que por sus venas el ritmo fluye.
“Todo… Estoy enamorada de Triple A, no se lo digas a nadie (Risas) por eso espero año a año para participar en el evento y me alegra, porque a pesar que trabajamos todos los días, sacamos fuerza de voluntad para sacar la cara por nuestra empresa”.
Resalta que gracias a esta entidad su vida cambió rotundamente, el oficio lo desempeña con mucho amor y orgullosa de pertenecer a ´Los Escobita´
“Gracias a Triple A mi vida mejoró, es maravillosa mi labor, me gusta estar limpiando y me fascina porque hacemos algo maravilloso para la ciudad”.
Soy testigo sobre el apoyo de la gente que fue incondicional, la algarabía, la locura del pueblo barranquillero hacían que no dejarán de moverse en el escenario que los aplaudió de manera incansable.
Lo importante es recordar que estos operarios tienen un puesto en el Carnaval y en el corazón de los barranquilleros, su comparsa denota felicidad, sabor, risas y muchos aspectos más, es por eso que desde ya se alistan para el próximo año barrer y limpiar con alegría y jolgorio el Carnaval de Barranquilla 2024.