Una niña australiana, de origen indígena de tan solo 16 años, Angelina Arora, del Sydney Girls High School, preocupada por las bolsas de plástico que llegan al mar, quiso inventar uno que fuera biodegradable, y lo logró.
En 2017, en su clase de ciencia, probó con distintos tipos de desechos orgánicos hasta que experimentó con caparazones de camarones gambas, por la similitud entre sus caparazones y el plástico.
Angelina explicó que extrajo un carbohidrato llamado quitina y lo convirtió en quitosano, lo mezcló con fibroína, una proteína presente en los capullos de seda y descubrió que la combinación de estos productos orgánicos creaba un material muy parecido al plástico y que se descompone 1,5 millones de veces más rápido que los plásticos comerciales y en solo 33 días.
Su invención le valió el Premio Innovador al mercado en los Premios de ciencia e ingeniería de la Fundación BHP Billiton de 2018; un reconocimiento en la Feria Internacional de Ciencia e Ingeniería de Intel, y una beca total en una prestigiosa universidad de Estados Unidos.
El plástico tarda 400 años en descomponerse y anualmente 9 millones de toneladas ingresan al mar.