Estados Unidos respondió los ataques a su embajada en Bagdad, el pasado 31 de diciembre, atribuidos por los norteamericanos a grupos proiraníes en Irak, pero que nunca fueron reivindicados, matando en medio de un bombardeo, al General Qasem Soleimani y a Abú Mehdi al Muhandis, segundo al mando de las Fuerzas de Movilización Popular.
El bombardeo fue dirigido contra un convoy en una zona especial del aeropuerto Internacional de Bagdad y mató al menos a nueve personas, según los primeros informes generados.
Soleimani estaba encargado de los asuntos iraquíes en el ejército ideológico de la república islámica, mientras que Abú Mehdi al Muhandis era el número 2 de las Fuerzas de Movilización Popular o Hashd al Shaabi, una coalición de paramilitares mayoritariamente proiraníes integrados en el Estado iraquí.
Pocas horas después del bombardeo, el Pentágono anunció oficialmente que el presidente Donald Trump había dado la orden de “matar” a Soleimani.
Mohamad Javad Zarif, ministro de Relaciones Exteriores de Irán calificó el bombardeo como una “escalada extremadamente peligrosa e imprudente” mientras el ex líder de los Guardianes de la Revolución, Mohsen Rezai, prometió que la “venganza contra Estados Unidos” será “terrible”.
Medios internacionales han señalado que Washington respondió así a la agresión contra la complejo Zona Verde de Bagdad, y a semanas de ataques con cohetes contra sus diplomáticos y soldados.
El Departamento de Defensa de Estados Unidos, en un comunicado, señaló que “Por orden del presidente, el ejército estadounidense ha tomado medidas defensivas decisivas para proteger al personal estadounidense en el extranjero al matar a Qasem Soleimani”.
En su cuenta Twitter, Trump publicó la imagen de una bandera estadounidense pocos minutos después del ataque, y el senador republicano Lindsey Graham comentó refiriéndose a Irán: “Si quieren más, tendrán más” aunque extraoficialmente se supo que los congresistas de Estados Unidos no fueron informados con anterioridad acerca del ataque.
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Foto: losreplicantes.com
