Memoria de elefante: SI te acercas a un circo, una tarde antes de la función, notarás que todos los animales salvajes, menos los elefantes, están metidos en sus jaulas. Los elefantes se encuentran amarrados apenas por una pata, con una cuerda, a una estaca y uno piensa que podrían, de un solo impulso, llevarse por delante toda la carpa si quisieran.
Pero los hombres aprendieron a utilizar a su favor una característica del paquidermo, cuál es, su excelente memoria. Así que, apenas nacen, lo amarran y el bebé elefante hace todo lo posible por soltarse, pero no puede; así pasa un tiempo intentándolo y después no lo intenta más. Lo que el elefante no sabe es que él crece de manera exponencial y lo que antes era un impedimento, ahora sería fácil de superar ¿Recuerdan a alguien?
Los humanos vamos por esa senda. Tenemos también buena memoria (que nos sirve para protegernos, por instinto, de experiencias negativas o dañinas). Pero se nos olvida que todo en la vida tiene su contexto, un momento, un lugar y una circunstancia. Pudiendo hacerlo no analizamos, sino que damos por sentado que, irremediablemente, estamos encadenados y no lo volvemos a intentar. En ocasiones, las experiencias pasadas en lugar de enriquecernos nos limitan. Muchas veces nos quedamos con poderes y saberes guardados solo por un triste recuerdo del pasado. Razón tiene mi amigo Leonel Otero cuando dice que “Para ser feliz lo mejor es tener buena salud y mala memoria”
Juicio y opinión. En nuestra cultura adquirimos la costumbre de responder o dejarnos afectar por algún comentario que alguien dice sobre nosotros. Si es positivo nos vanagloriamos, si es negativo nos pone a sufrir. Pero es importante diferenciar cuándo es una opinión y cuándo es un juicio. Una opinión define y refleja a su autor; quien opina lanza un comentario con base en su experiencia y en lo que él siente y cree que sabe de lo opinado. En cuanto a lo que nos interesa: ¿Qué tanto puede afectarnos una opinión de alguien que no tenga ningún poder sobre nosotros?
Un juicio, en cambio, hay que considerarlo y, más temprano que tarde, aclarar las cosas si pensamos que los hechos no son como los están diciendo o evaluando. Un juez te puede enjuiciar y mandarte a la cárcel. Tu señora, tu familia paterna, tus hijos, tus amigos cercanos, tu jefe, te pueden hacer un juicio, porque ellos tienen información fehaciente de quién eres tú en realidad y de alguna manera conocen tu historia, y habiendo evaluado algunas de tus actuaciones y considerándolas negativas o positivas, pueden, eventualmente, tomar, una decisión que te va a perjudicar o beneficiar, según el caso.
LUEGO, EN LA DIALÉCTICA DE ESCUCHAR Y EXPONER ARGUMENTOS ESTÁ LA CLAVE: CUANDO DESMENUZO MI PUNTO DE VISTA, ESTOY DEFENDIENDO MI POSICIÓN (MIS RAZONES, QUE NO LA RAZÓN) PERO AL ESCUCHAR LOS ARGUMENTOS DE MI CONTRAPARTE EN LA DISCUSIÓN, ES POSIBLE QUE CONSIDERE ALGUNOS PUNTOS QUE ME PUEDEN HACER CAMBIAR MI POSICIÓN SOBRE LA FORMA EN QUE ESTABA INTERPRETANDO UN HECHO ESPECÍFICO.
Así que, en este tema sí debemos preocuparnos y buscar la manera de ponerle lógica, porque estas personas y entidades tienen forma de pasarte factura y tarde o temprano te verás lastimado o afectado. Conviene, antes de responder por una crítica, saber de quién te la hace, si vale la pena dedicarle tiempo. Diferenciar si es una opinión o un juicio te evita desgastes innecesarios, dando explicaciones o sufriendo por lo que fulanito de tal dijo, y resulta que don fulano no sabe ni por dónde va tabla o solo ha expresado lo que él cree con base en su propia experiencia, que no tiene nada que ver contigo. La realidad actual indica que los comentarios, buenos o malos, siempre aparecerán. Pero después pasarán.
Razón y posición: En muchas discusiones buscamos tener la razón cuando deberíamos saber que solo estamos defendiendo una posición, es decir, nuestra manera de ver los eventos. Ya sabemos que tenemos apenas una parte de la información y un cúmulo de experiencias pasadas, lo que nos dará un enfoque determinado. Luego, en la dialéctica de escuchar y exponer argumentos está la clave: Cuando desmenuzo mi punto de vista, estoy defendiendo mi posición (mis razones, que no la razón) y al escuchar los argumentos de mi contraparte en la discusión, es posible que considere algunos puntos que me pueden hacer cambiar mi posición sobre la forma en que estaba interpretando un hecho específico. Así que, en este caso, “perdí” la discusión, pero “gané” una visión diferente de un evento que estaba percibiendo de forma limitada o errónea.
La fábula de la ostra y el pez: El terapeuta William Caamaño nos dice que, en psicología, durante los talleres sobre habilidades sociales, se cuenta la fábula de la Ostra y el Pez. Una manera elemental de definir (simbólicamente, por supuesto) el carácter de una persona es esa: Eres ostra o Eres pez; Cuán importante resulta saberlo.
Las ostras (que viven en el ostracismo, ni más faltaba) espera, y espera, están allí quietas y calladas. La comida les llega con el agua salada que les entra en esas conchas nacaradas y oscuras. Su arma es la paciencia -si es que eso puede considerarse un arma-. Nunca se ha visto a una ostra acosando o persiguiendo a nadie, que se sepa. El pez, en cambio, ataca, busca, conquista, asedia; no es capaz de esperar ni a que se muera Matusalén en coma. Va a lo que va.
A las personas en la línea de las ostras, además de la paciencia, les queda la seducción, tirar guiños, cierto brillo que atraiga, un olor, un conocimiento, un poder, una imagen fascinadora. Esto es lo primero que hay que definir: si gastarás tus esfuerzos en perseguir o esperar, conquistar o seducir. Hacer lo contrario, ya se sabe, es sufrimiento garantizado. ¿Para qué desgastarse en algo que no sintoniza con tu manera de ser? ¿Eres de los que les gusta esperar o de los que salen a buscar? ¿Eres Ostra o eres Pez?
Por : Agustin Garzábalo, veedor del Deportivo Cali, especial para Noticias Coopercom.-