Al principio me tragué el cuento de los tales asaltos a unidades residenciales por supuestas hordas de vándalos.
Supuse que, quizás, pandillas juveniles de barrios marginados podrían estar tratando de pescar en río revuelto. Nuestra sociedad excluyente, de capitalismo neoliberal (lo opuesto a un estado de bienestar) ha generado una grave descomposición social y, además, el microtráfico viene aumentando con sus redes mafiosas (pagadiario es otra mafia). Este fenómeno viene desde la década de los 80 y no ha parado de crecer.
Pero con el paso de las horas se puso en evidencia que era un pánico artificial, una operación psicológica probablemente impulsada por los interesados en manchar y judicializar la legitima protesta social, esto es, el uribato, expertos en manipular el miedo y la rabia de sus creyentes con mentiras y fake news.
La realidad hoy es que el Paro fue un éxito: participación masiva, marchas gigantescas, cacerolazos espontáneos por doquier, uno que otro desorden puntual sin mayor trascendencia a pesar de los abusos de autoridad de la fuerza pública que quedaron registrados en videos y fotos. Hasta ahora los muertos registrados (2 en Buenaventura, la señora en el portal del sur en Bogotá) fueron causados precisamente por uso desproporcionado de la fuerza por parte de efectivos de Esmad, policía común y la marina, y deben ser investigados.
Las reivindicaciones sociales no han sido respondidas por el gobierno. Es urgente que se inicie el diálogo entre las organizaciones sociales y el gobierno. El pueblo colombiano mayoritariamente rechaza la política económica neoliberal de Carrasquilla y del gobierno Duque.
Jorge Enrique Senior
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