Hasta el próximo 13 de abril estará vigente la medida del gobierno nacional (¿tardía?) mediante la cual debemos estar aislados obligatoriamente en nuestros hogares para evitar la expansión del Covid-19.
El transporte aéreo nacional, intermunicipal, fluvial y marítimo se restringe el máximo. Se garantiza el abastecimiento de alimentos, medicamentos y productos de limpieza. Aunque existe desabastecimiento (¿acaparamiento o especulación?) de alcohol, gel antibacterial y tapabocas para lo cual el gobierno debiera apelar a las fábricas de licores, por ejemplo, a fin de garantizar la producción de algunos de estos insumos.
Se impone ahora en cada uno de nosotros la necesidad imperiosa de desarrollar primordialmente dos comportamientos:
En primer lugar, la resiliencia, que es: “La capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado situación adversos” como lo define el diccionario de la RAE.
Es necesario adaptarnos a las nuevas circunstancias en donde además de luchar contra un enemigo invisible y, muchas veces, mortal, no podemos salir a gastar nuestro dinero en compras a nuestro antojo ni podemos compartir con nuestros familiares y amigos en reuniones y ni siquiera podemos sentirnos útiles trabajando en nuestros sitios habituales. La vida cambió y, en cierto modo, para bien nuestro y de la naturaleza.
Tenemos que ser conscientes, además, de que situaciones como el confinamiento, desocupación e incertidumbre nos pueden causar pánico, ansiedad o depresión que disminuyen nuestras defensas lo cual es propicio para el contagio del virus. Evaluemos la sobreinformación. Deberíamos, en cambio, practicar relajación, meditación o yoga en sus diversas modalidades (existen muchos tutoriales en YouTube) y oración y lecturas bíblicas para los creyentes. Aprovechar el ocio para actividades con nuestra familia o ejercicios. Ahora que los cines y los estadios fueron cerrados que bueno sería que nuestra televisión abierta, por ejemplo, anunciara una programación especial con las buenas películas, los mejores encuentros deportivos, los principales conciertos, etc.
En fin, es hora de replantear nuestras vidas y planear el futuro con base en las nuevas realidades.
La otra acción tiene que ver con la Solidaridad.
Preocupa mucho las consecuencias sobre la economía que vendrá por el Coronavirus. Sobre todo, en temas de productividad y empleo de la pequeña y micro empresa. Pero hay una gran cantidad de colombianos cuyos efectos serán funestos: los informales. De acuerdo a los datos del DANE en Colombia hay más de 9 millones de personas dedicadas a laborar en la informalidad (sin prestaciones ni seguridad sociales), que viven de los ingresos que producen personalmente cada día. En Barranquilla son un poco más de 500 mil (56% de los ocupados), lo que significa que igual número de familias dependen en gran parte de sus ingresos, que ahora no van a tener porque o no pueden salir a la calle o porque allí no van a encontrar compradores. No solo el gobierno y los sectores productivo y financiero tienen que idear las maneras de ayudar urgentemente a estas familias, sino que nosotros tenemos que socorrerlos de algún modo.
También debemos adquirir conciencia sobre enfermedades que son mucho más letales que el Covid-19. Según la OMS, cada año mueren en el mundo 3 millones de niños por afecciones relacionadas con el hambre o la desnutrición, 1,5 millones de personas fallecen por tuberculosis y en promedio 1 millón por VIH.
Es más, aquí en Colombia el año pasado murieron 23 personas de casi 13 mil casos de Dengue. Y en solo el Atlántico, en lo que va del presente año, han muerto 3 pacientes de más de 900 casos, el doble que en el 2019.
Víctor Herrera
@vherreram
Foto: concepto.de